Casarse, no ca(n)sarse
Vi la última película de Icíar Bollaín, La boda de Rosa, en pantalla grande el verano pasado, ahora que está accesible online, me gustaría recomendarla porque estimo que es sumamente sanadora y oportuna para celebrar el Día Internacional de la Mujer.
La película abre una ventana de aire fresco que traspasa la pantalla, e invita a las espectadoras a respirarlo. Y es fresco y emancipador porque te hace empatizar con la protagonista, Rosa, una buena mujer que vive volcada en los demás, y que toma la sabia decisión de cambiar de vida: cuidándose. Pero Icíar, en su buen dirigir, hace digerir con elegancia y ternura un mensaje, también, a las personas que se aprovechan de esas mujeres que, como la actriz principal, se prodigan hasta la extenuación.
En relación con esa abnegación extrema de la mujer, me gusta ver cómo en el día a día, jóvenes y mayores van tomando conciencia de sus necesidades. En mi faceta de exploradora emocional me fijo en las personas desconocidas que hay a mi alrededor. Soy observadora miope de sus expresiones, movimientos y conversaciones. De repente, me arrastra la imaginación, mi mente empieza a conspirar... es una espiral de suposiciones, donde los movimientos y las palabras de las personas traspasan lo real y se instalan en la trama que construyo. Pero no siempre invento una historia, a veces me limito desde la sobriedad imaginativa a estudiar comportamientos, y en el caso de que mis córneas defectuosas se detengan, por ejemplo, en una pareja, lo que me atrapa es el proceder de la mujer con relación al varón. Aplaudo los gestos de autoestima y me entristecen los de sumisión, que tiñen de gris la escena. En esos instantes es cuando me cuelo en la conversación a través de mi mente.
Primera anécdota: Estoy en una cafetería, llega una pareja y el varón, airado, le dice a la mujer "pide ya", mientras él se instala en la terraza. Ella, obediente, va a la barra y pide un café. La escena se torna gris cuando entiendo que, encima, el café no es para ella, sino para su insolente pareja. Entonces mi mente le grita "cuídate, cuídate". Este hecho que es real pude haberlo malinterpretado, no soy nadie para juzgar: desconozco a esas personas y la calidad de la relación que mantienen. Pero es evidente que aún hay muchas mujeres que viven un frenético maratón de servilismos y responsabilidades abandonando sus necesidades, sueños y bienestar personal. Así pasó con la mayoría de nuestras madres. Jesús Carrasco, en su última y gran novela, Llévame a casa, en la que retrata a una familia, concluye que el martirio de la madre es inherente a la condición de casi todas las mujeres españolas de aquella generación. Y la hija, que es consciente del cansancio inútil, dice a esa madre "tú estás tonta".
En la película de Bollaín, Rosa, una supermujer empleada, amiga, hermana, madre, hija... resuelve su cansancio dejando atrás su vida y adquiriendo el compromiso de autodirigir su porvenir casándose consigo misma. Y jura ante sus alucinados invitados, de dentro y fuera de la pantalla, respetarse y amarse a sí misma todos los días de su vida.
Hace muchos años leí La felicidad personal del psicólogo Antonio Bolinches, cuyo mensaje era en parte parecido al de Bollaín. Bolinches insiste en que, si aspiramos a ser socialmente felices, debemos buscar la manera de conciliar lo propio con lo ajeno y lo particular con lo general. Que tenemos el derecho de procurarnos felicidad, y que es en ese viaje hacia la felicidad individual donde se encuentran las claves de la felicidad colectiva... "La posibilidad de convivir en armonía con nuestros semejantes solo podrá convertirse en una realidad social cuando cada uno de nosotros, desde su respectiva singularidad, decida armonizarse primero consigo mismo, y como consecuencia de ello, aprenda a relacionarse constructivamente con los demás".
Segunda anécdota: Estoy en la sala de espera de una clínica oftalmológica, una pareja de motoristas respeta la distancia física impuesta por la COVID-19. Cada uno en su silla acoge en su regazo su valioso casco. Llega el turno del varón, éste se levanta y hace el intento de dejar el casco en el regazo de ella. Ella se incomoda. Con un gesto le dice que lo deje encima de la silla, que ha quedado vacía. Es evidente que para ella no hay ningún motivo para comprometer sus dos brazos en una postura incómoda. Mis ojos miopes, de pupilas dilatadas, le lanzan una sonrisa: una sonrisa en honor a todas las Rosas que cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, celebran su aniversario de bodas. Porque no solo se conmemora el día de la mujer trabajadora, también el de la lucha de la mujer por su desarrollo íntegro como persona. Y en eso último consiste la felicidad personal, seas mujer u hombre.
Imagen: Dibujo AnaC. sobre un papel de manualidades con gatos.
Comentarios
1 Matilda Mié, 03/03/2021 - 14:58
2 Admiradora Mié, 03/03/2021 - 21:58
3 Flâneur Jue, 04/03/2021 - 10:20
4 Matilda Vie, 05/03/2021 - 18:09
5 Linola Lun, 08/03/2021 - 16:50
6 Flâneur Mar, 09/03/2021 - 10:30
7 Ana Carrasco Mié, 10/03/2021 - 19:32
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