EL PASEO
Por Saúl García
A José Daniel Hernández Arráez, el electricista del PNL al que le dijeron que fuera al Ayuntamiento de Arrecife a preguntar por Arrocha por si hacían falta sus servicios, le piden una pena de cárcel de más de cinco años por una pieza separada del caso Unión. Ante esta tesitura, como es lógico, necesita de los servicios de un abogado. Y si puede ser bueno mejor...
A José Daniel Hernández Arráez, el electricista del PNL al que le dijeron que fuera al Ayuntamiento de Arrecife a preguntar por Arrocha por si hacían falta sus servicios, le piden una pena de cárcel de más de cinco años por una pieza separada del caso Unión. Ante esta tesitura, como es lógico, necesita de los servicios de un abogado. Y si puede ser bueno mejor. Pero la cuestión es que el hombre lo tiene difícil porque, dejando aparte que a sus testigos parece que los había llamado la acusación, las pruebas en su contra son abrumadoras. Para rematar, nada más empezar el juicio, al concejal José Miguel Rodríguez le da por confesar. Así que la cosa está aún más complicada. ¡Cómo estará que su abogado, Félix Cabrera, pidió en el inicio de la vista oral que se tuviera en cuenta la falta de la firma del juez en un auto y alegó que “sin ese auto no podría existir esta causa”! Es normal. Para evitar la cárcel hay que explorar todas las posibilidades.
Vamos a hacer un inciso, porque no sé si recuerdan que hay una teoría (es decir, una verdad aún no demostrada, o como en este caso, una mentira reiterada) que dice había un partido político, una Fundación y un despacho de abogados... y que un día se le ocurre a uno montar una operación contra la corrupción y de paso abrir un chiringuito para anular licencias y hacerse ricos, y dice: pues voy a llamar al ministro, y dice el otro: pues yo voy a llamar al presidente, y dice el tercero: pues yo voy a llamar a un juez, a un fiscal y a la Guardia Civil. Total, que lo hacen. Y se les va de las manos y montan un crimen de estado, pero sin muertos. Como el GAL del caso Faycán, para entendernos. Entonces aparece uno que resulta que no quiere ir a la cárcel y les descubre porque se les había olvidado firmar algunas cosas (en realidad, no se les había olvidado, sino que el hecho de que no haya firmas es la prueba incontestable del montaje). Siguiendo con el curso de los hechos, o de la historia, al principio, como siempre les ocurre a los defensores de las causas perdidas (y en esta ya van dos piezas) a este hombre no le cree nadie, pero acaba por convencer a algunos amantes de la verdad (que como amantes, tienen una relación esporádica y oculta con ella) gracias a su capacidad de persuasión. Fin del inciso.
Y en esas estamos. En el tercer acto. El desenlace. A pesar de la habilidad, capacidad, determinación y coordinación de los tres organizadores del caso, todo ha acabado en un sindiós. Todo se ha liado, se ha embrollado, y hay cabos sueltos, cosas que no encajan, que parecen no tener sentido y que necesitan que los amantes de la verdad nos iluminen con su sabiduría. Créanme si les digo que a pesar de que no me he perdido ningún capítulo, no le encuentro explicación. Así que ahí va mi duda. Si el partido, la Fundación y el despacho lo organizaron todo y el quijote perjudicado es el que está tratando de desmontarlo y que todo se anule porque faltan autos, firmas y sellos, ¿por qué uno de los socios de ese despacho, que defiende a nuestro electricista, se suma ahora al acoso y derribo de la causa con los mismos argumentos?
Ansioso quedo a la espera de la explicación, porque tiene que haberla.
Comentarios
1 Javier Díaz Reixa Vie, 27/11/2015 - 10:09
2 listos Sáb, 28/11/2015 - 07:43
3 CHONA Sáb, 28/11/2015 - 16:42
4 Me quedo boba Sáb, 28/11/2015 - 18:33
5 Bota a fumerio Dom, 29/11/2015 - 22:56
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