EL PASEO
Por Saúl García
Según los indicios, cinco jóvenes, de entre 16 y 18 años de edad, participaron y/o prepararon la agresión final con un cuchillo al padre de dos de ellos. Se ha publicado que incluso pudieron urdir una conspiración por whatsapp para acabar con su vida porque no estaban de acuerdo con algunas prohibiciones o castigos. Esto es parte de lo que se ha publicado. Los hechos sí son los que son, los motivos y la personalidad de los implicados no se conocen (no los conozco yo) así que es mejor no especular; y el método (por whatsapp o en una reunión) es lo de menos. Pero las reacciones sí son significativas.
Según los indicios, cinco jóvenes, de entre 16 y 18 años de edad, participaron y/o prepararon la agresión final con un cuchillo al padre de dos de ellos. Se ha publicado que incluso pudieron urdir una conspiración por whatsapp para acabar con su vida porque no estaban de acuerdo con algunas prohibiciones o castigos. Esto es parte de lo que se ha publicado. Los hechos sí son los que son, los motivos y la personalidad de los implicados no se conocen (no los conozco yo) así que es mejor no especular; y el método (por whatsapp o en una reunión) es lo de menos. Pero las reacciones sí son significativas.
En las noticias y en los comentarios escritos sobre el caso bajo esas noticias se suceden las consideraciones sobre el nivel social, el nivel educativo, los deportes que hacían, las profesiones de los padres... En definitiva se alude al nivel económico: “de buena familia”, “educadísimos”, “practicaban vela...”. Y de ahí la sorpresa. Ya sabemos que la clase media-alta y la clase alta también roba (incluso más que la baja), pero que lo hace de forma más refinada. Hasta ahí bien. Pero nos sorprende que la clase media-alta o alta, los que crecen en lo que se ha dado en llamar familias estructuradas (que nadie sabe lo que es) utilicen también la violencia. Y lo curioso es que sorprende por el nivel económico. No deja de ocultar un argumento perverso, porque esas mismas personas que aluden a la posición social como antídoto para la violencia, posiblemente vean normal que los pobres recurran a ella.
Peor son aún los comentarios aludiendo a que el internamiento o la cárcel les va a hacer daño o les va a convertir en “verdaderos delincuentes”. Pues sí, ese riesgo existe, con ellos y con todos. ¿O es que los pobres se encuentran a gusto en la cárcel porque es su lugar natural?
Sí que hay relación directa entre marginalidad y delincuencia, y también entre ese tipo de delincuencia y la violencia (o entre casi todas) pero por lo que sabemos, este caso no tiene nada que ver con la delincuencia. Es un ejercicio de especulación, pero no hace falta tener mucha imaginación para entrever cuáles serían los comentarios, y las reacciones, si los chavales fueran colombianos o marroquíes de Argana Alta. Seguramente habría muchos que les aplicarían una maldad intrínseca por su nivel social o su procedencia; y los más moderados achacarían la reacción de esos chavales (sin conocerlos) a la educación recibida por sus padres, el ambiente del barrio, la desestructuración familiar, etc. Como si eso lo explicara todo.
En este caso apenas se cuestiona eso. Se buscan justificaciones (“era un juego, un impulso, se les ha ido de las manos”) pero se dan muchas cosas por supuestas. Y no estaría de más intentar reflexionar y cuestionarse que las cosas casi nunca son como parecen ni como creemos que son. Y sí, los responsables de su conducta son ellos mismos, los chavales, pero si unos chicos “de buena familia” recurren a la violencia para solucionar sus problemas y nadie se explica por qué, es que no tenemos ni la más mínima idea de en qué sociedad vivimos.
Comentarios
1 bebe Vie, 10/10/2014 - 12:56
2 ramunsen Vie, 10/10/2014 - 13:35
3 Anónimo Vie, 10/10/2014 - 16:32
4 la virgen Sáb, 11/10/2014 - 04:32
5 unbodrio Dom, 12/10/2014 - 22:04
6 Tecolaste Mar, 14/10/2014 - 20:45
Añadir nuevo comentario