CULTURA

Prehistoria de Lanzarote: Todo empezó con la rebelión y el destierro

Inscripciones rupestres en un panel ubicado en la Peña de Luis Cabrera (Guatiza), la zona con mayor concentración de inscripciones de Lanzarote, donde además se encuentra un importante litófono.
M.J. Tabar 1 COMENTARIOS 14/05/2017 - 10:28

Siglo I ó II. Un día cualquiera en el Imperio Romano. Los bereberes del Atlas mauritano se rebelan contra las normas del emperador. Su revolución es reprimida por la vía rápida a base de mutilaciones y son deportados a unas islas que hoy conocemos como Canarias. Agustín Pallarés expone y argumenta su teoría del poblamiento en Prehistoria de Lanzarote (Ediciones Remotas, 2017).

Puede que fueran norteafricanos de tierra adentro que habrían llegado aquí castigados, embarcados sin tener conocimientos de navegación, con apenas víveres y unos pocos animales. De lo que sí hay “indicios suficientes” es de que el primer poblamiento de Lanzarote se produjo entre el año 98 y 112. Es lo que sostiene el investigador tras años de estudio y trabajo de campo, y lo que también cuentan “sin excepción” los antiguos cronistas.

Varios prehistoriadores sostienen que el poblamiento ocurrió antes de esa fecha y que se produjo en diversas oleadas. El propio Antonio Tejera Gaspar, catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna y autor del prólogo del libro de Pallarés, fue reacio a aceptar sus teorías al principio. A día de hoy, “no sólo he terminado por estar de acuerdo sino que me encuentro trabajando en esa línea” porque “permite entender muchos problemas relacionados con la viejas culturas de las islas Canarias”, explica.

Antes de tener una población fija, las islas, “casi con toda seguridad fueron visitadas por los cartagineses, los fenicios y los tartesos”. También es muy posible que los vikingos y los vándalos hubiesen llegado hasta aquí, arrastrados por alguna tempestad o en una de sus expediciones, y que se quedaran en la Isla integrados con los indígenas.

En el siglo XV, Le Canarien habla de la existencia en Canarias de “gran cantidad de aldeas y gentes”. En los años posteriores, la población mermó drásticamente por las razzias esclavistas y por los constantes asesinatos y secuestros de los propios invasores. El libro de Pallarés habla de “ensañamiento” y “acoso represivo”, la tónica general de la época de las conquistas. “La verdad es que los franceses conquistadores engañaron miserablemente a los pobres majos; porque primero establecieron con ellos un trato de amistad y protección, pero el proyecto que ellos tenían era apoderarse de la isla. Y así lo hicieron. Se fueron imponiendo poco a poco”.

Por mucho brío y puntería que se dieran los lanzaroteños con el lanzamiento de piedras y palos, no tuvieron nada que hacer ante las flechas y las ballestas de los conquistadores, que les causaban un pavor fenomenal. Los invasores quemaron sus tierras para que muriesen de hambre y les persiguieron con perros. Fue algo “horrible” a la par que “corriente” en aquella época exploratoria. “Lo mismo hicieron los españoles cuando fueron a Sudamérica; el ansia de conquista… se aprovechaban de todos los medios que tenían para someter a los indígenas”.

La poliandria y los parias

El matrimonio poliándrico fue una de las medidas que tomó la población superviviente para recuperarse: las mujeres mantenían relaciones con tres maridos. La sociedad de aquella primitiva Titerogaca se organizaba de una forma parecida a la medieval: en la cúspide de la pirámide, ejerciendo el máximo poder, estaba el rey, seguido de los gaires (una suerte de consejeros o funcionarios de privilegiada situación). Luego estaba la mayoritaria población común y finalmente, los parias, los que ejercían trabajos relacionados con la sangre (que tanto abobinaban los majos), es decir los verdugos y los carniceros. “Eran tan despreciados que ni se atrevían a tocarlos, como si fueran leprosos”.

De aquel lenguaje bereber que evolucionó de manera diferente en cada una de las islas, quedó poco, debido a la aculturación a la que fueron sometidos los titerogaqueños por unos conquistadores que no se molestaron en recoger por escrito las reglas de su idioma.

Quedan grabados rupestres líbico-bereberes y latino-canarios (estos sólo en Lanzarote y Fuerteventura) por todo el archipiélago. Algunos de los más importantes se pueden ver en un panel ubicado en la peña de Luis Cabrera (Guatiza), la zona con mayor concentración de inscripciones de Lanzarote y donde también se puede ver y hacer sonar un litófono. “Se ve la roca amartillada por una piedra y suena a metal”, describe Agustín Pallarés, que se las mostró al musicólogo Lothar Siemenes en una de sus visitas a la isla. Los otros litófonos están en la caldera de Los Aljibes, detrás de Soo, y en el Jameo de la Gente.

En lo alto del Pico de la Aceituna encontró en 1980 restos de paredes en espiral, con conchas y otros materiales; evidencias suficientes para pensar que aquí podría haber existido un efequén

Grabados geométricos, con forma de pie, barco, canal o vulva se extienden por Lanzarote. Se sabe que los majos eran monoteístas: creían en un único dios, al que adoraban a través de deidades más próximas y visibles, como el Sol. En lo alto del Pico de la Aceituna, en Femés, el propio Agustín Pallarés encontró en 1980 restos de paredes en espiral, con conchas y otros materiales; evidencias suficientes para pensar que aquí podría haber existido un efequén, un pequeño templo adoratorio del sol. Y es que desde esta montaña, la primera de los Ajaches, a 482 metros de altura, se ve surgir el astro desde un horizonte marino a otro, sin perderlo nunca de vista.

El trabajo de Pallarés es el resultado de una minuciosa revisión de textos, más de 50 fuentes en una bibliografía donde destacan la historia de la conquista de las islas contada por Abreu Galindo, Torriani, Vernau, Viera y Clavijo o, los ya contemporáneos Mª Antonia Perera y Antonio Tejera. Lo fundamental, dice Pallarés, ha sido poder exponer su teoría sobre el poblamiento de Lanzarote, muy diferente a la de otros autores. “Estoy convencido de que estoy bien encaminado; eso ya lo dirá el tiempo”.

De la leche mecida a los dises

Vestimenta, deporte, ritos funerarios o formas de alimentación. En las 200 páginas del libro que han editado Rubén Acosta y Mario Ferrer (Ediciones Remotas), Agustín Pallarés repasa todos los aspectos de la vida de los primeros pobladores de la Isla. Desde las prácticas funerarias a los juegos y danzas o la elaboración de alimentos como la leche mecida. “Un amigo, Guillermo Medina Cáceres, que estuvo trabajando mucho tiempo en las Montañas del Fuego la hacía y me invitó a probarla”, dice el autor. La leche se vertía en una talega de cuero (fol) que se colgaba de un cabo del techo, y entre dos personas se la lanzaban; el balanceo hacía que la leche se separase de la manteca, que se usaba mucho como medicamento”, cuenta Agustín. El resultado es algo muy similar al kéfir.

Masticar la Euphorbia balsamífera como si fuera un chicle también era una práctica común hasta no hace tanto tiempo. Agustín también lo ha probado: “Tiene un sabor especial, que no es ni desagradable ni agradable y dicen que lo usaban para fortalecer las encías”.

Las pocas fuentes de agua natural de Lanzarote, todas en el macizo montañoso del norte (Famara, Guinate, Gayo, Maramajo, Élvisa Sánchez, Gusa —donde hacían aguada los barcos que llegaban—, Temisa…); las concavidades de los cauces de los barrancos (dises) que captaban el agua y se cubrían con matojos secos y piedras planas para evitar la evaporación del líquido fundamental; sus métodos de pesca que pasaban por acorralar a los peces en los charcos y capturarlos en la bajamar, o por emborracharlos con la leche de la tabaiba; sus más que probables maracas fabricadas con recipientes de barro cocido rellenados de conchas y cuentas de piedra…

Prehistoria de Lanzarote dibuja los porqués y los cómos de los primeros habitantes de Lanzarote, la antigua Titerogaca. Hasta hace no mucho, los risqueros pastoreaban el ganado por los barrancos de la isla con una vara terminada en un regatón. De eso ha sido testigo Pallarés, que todavía no ha cumplido los 89 años, y que cerca de la fuente de las Ovejas, una tarde, tuvo el privilegio de observar a un hombre apostado en un “inverosímil” saliente del risco llamando a gritos a su rebaño.


Foto: Carlos Reyes.

Un “humanista” autodidacta

Agustín Pallarés es un estudioso de la hominización y de la cosmología. Dice que es un científico frustrado, porque no tuvo la oportunidad de hacer carrera. En su blog, además de hablar sobre toponimia e historia, formula una tesis cosmológica y sienta las bases de una versión mejorada y más eficaz del esperanto: el esperlingua.

A sus 88 años, tiene dos libros más en proceso de edición: La historia de Lanzarote, prologado por María Antonia Perera, en la que ofrecerá datos algo diferentes, y novedosos, sobre la erupción de Timanfaya; y Escritos y charlas de mi cosecha, una selección de los artículos que ha escrito a lo largo de décadas como colaborador de varios medios de comunicación, y que editará el Cabildo de Lanzarote.

Pallarés ha recogido durante décadas el conocimiento directo y su experiencia de campo con campesinos, pastores y pescadores de la Isla cuyos métodos de subsistencia pervivieron durante centurias, “como sucede cuando existe una simbiosis de los pobladores con el medio”.

Comentarios

La mayoría de lo que dice no se sostiene. son cosas subjetivas y de su cocecha. No se puede vacilar así con la Historia ni Prehistoria de la isla. Y lo cogerán sus libros y se los llvarán a la conchichina pensando que hay algo de vrdad. Pallarés no es racional. Es un iluso y piensa que lo que pille o trajine vale. No es posible. Lanzarote es Tite, demostardo por nosotros. La leche mecida no curaba, quizás curaba la manteca, decían rancia o Amulan. No se masticaba la euforbia sino su goma... etc. y que luego se brindara la Arqueología Oficial a prologar sus libros... Lo que dice de los majos y de un solo dios no se sostiene... Cuando apenas se sabe nada y menos él pues no es racional ni ha investigado nada original. Para qué? Noes quien quiere...

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