DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXII)

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Saúl García 0 COMENTARIOS 06/04/2020 - 20:33

Ya he hecho videolllamadas individuales y en grupo con amigos y familia por skype, por whastapp y por zoom. He hecho más en tres semanas que en toda mi vida, a la hora del aperitivo, por la tarde y por la noche, sin contar con las clases online (no para mí). Están interesantes y tienen su gracia. Ya había asistido a alguna reunión así, con personas en otras islas, y había hecho alguna entrevista. Es práctico y se ahorra tiempo y dinero. Pero no es lo mismo.

No estoy solo en casa, así que la necesidad de comunicación con el exterior supongo que es menor que las de aquellas personas que sí están solas. Se ha publicado que casi cinco millones de personas en España viven solas, y de estas, dos millones tienen más de 65 años.

Con tecnología y comunicación, la soledad es menos soledad, pero hay cosas difíciles de suplir. En una de esas videollamadas de estos días una amiga que está sola en casa decía que echaba mucho de menos el contacto físico, poder tocar a alguien. Somos seres sociales y además, por estas latitudes, necesitamos ese contacto. Según un estudio de la Universidad de Wroclaw, la distancia media para hablar con desconocidos en España suele ser de 98,5 centímetros, mientras que la de los argentinos es de 76,5 y la de los rumanos de 139. Ninguno cumple la distancia de seguridad de esta crisis.

Según Antonio Muñoz Carrión, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, el tacto “conecta y promueve la emoción en muchas culturas y es un sistema prioritario de relación con el entorno”. Señala que en los últimos veinte años hay una tendencia en los países mediterráneos, que habría llegado desde Estados Unidos, y que lleva a una “prevención sobre la tactilidad”, es decir que nos tocamos menos por influencia de su cultura.

Leo que una startup está desarrollando un producto de realidad aumentada y extendida. “El dispositivo, similar a un iPad, se coloca enfrente del usuario y genera un campo de fuerza que se alinea con precisión milimétrica con el contenido inmersivo. Esto hace posible que el usuario pueda distinguir contornos, texturas y otras sensaciones que habitan en el mundo virtual, sintiendo físicamente la misma experiencia que su interlocutor”, dice el artículo.

Su utilidad no sería solo para mantener contacto a distancia sino también para imaginar la posibilidad de interactuar con un ser querido que falleció, “tomando forma de avatar a través de un holograma” o notar el tacto de un dinosaurio, por ejemplo. Les recomiendo, si no la han visto, la serie Black Mirror, y exctamente un capítulo llamado Be Right Back, en el que una mujer compra una réplica de su novio fallecido, construida gracias a un software con sus propias palabras, imágenes y datos. No es por hacer spolier, pero acaba fatal.

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