En el siglo XIX la emigración era habitual

Camino de vuelta desde Uruguay: un tataranieto de emigrantes indaga sus orígenes

Saúl García 0 COMENTARIOS 11/03/2016 - 07:29

En 1841, cinco parejas de San Bartolomé y de Teguise se embarcaron en el bergantín 'Indio oriental' con rumbo a Uruguay. Era un viaje habitual en aquellos tiempos, en una isla donde sólo vivían 2.336 habitantes y que estaba en manos de la sequía. Entre 1830 y 1850, la emigración, que se había frenado unos años antes, volvió a aumentar por las crisis de la viña y de la barrilla.

“Confluyen en esta etapa dos elementos de crucial importancia que intensifican el proceso migratorio. Por un lado, la necesidad de las autoridades uruguayas de fomentar la emigración isleña ante la escasez de población de la joven República. Era prioritario que los aportes fueran de un mismo origen étnico y cultural: una misma lengua, una misma religión y parecidas costumbres. Requisitos que cumplen los canarios y concretamente los lanzaroteños emigrados en la centuria anterior. El segundo factor es el interés de las autoridades locales por "expulsar" la mano de obra sobrante que genera la crisis económica”.

Este fragmento del libro 'El puerto del Arrecife' revela que el destino de esas cinco parejas se había hecho habitual. Los emigrantes llegaban a su nueva tierra en barcos de hacendados americanos que instauraron casi un comercio de esclavos, por las duras condiciones que exigía el pago del trayecto. El destino oficial de los barcos era Cuba o Puerto Rico, destinos permitidos por el Gobierno, pero la ruta después se desviaba a Montevideo.

El administrador de las Rentas Nacionales de Lanzarote, Pedro Lago, elevó este escrito al Congreso Nacional en 1838, denunciando ese comercio de personas, en este caso a Argentina: “Hace dos años que varios monopolistas, enemigos de la patria y defraudadores del bien de la Nación, han introducido en estas islas, mayormente en la de Lanzarote, un comercio clandestino prohibido por todo derecho de gentes, en ruina de la agricultura y de la hacienda pública, cual es el de hacer expedición a la República Argentina de Buenos Aires; conduciendo gentes artesanas, industriales, con tanta abundancia como si fuesen fardos de mercancías, los conducen como esclavos, y allá los encierran en barracas hasta tanto se presente quien los compre por el flete de cien duros para que vayan a trabajar a sus haciendas”. Lago solicitaba que se impidiera una expedición anterior del 'Indio oriental'.

El barco pertenecía a Juan María Pérez, que también negociaba con carne y con cuero, y una de esas cinco parejas estaba formada por el matrimonio de Marcial Delgado y Mercedes Perdomo Bonilla. “El barco se fletaba hacia Canarias con mercadería y volvía con personas”, cuenta Pablo Delgado Martínez, tataranieto de esa pareja que se instaló en Uruguay.

Delgado es ingeniero civil en ese país y aficionado a la genealogía. El mes pasado participó en las Jornadas de historia que organiza el Archivo de Teguise con la ponencia centrada en los desafíos de investigar los orígenes canarios. Era su segunda ponencia, después de participar en unas jornadas online en Arona, y es su tercer viaje al Archipiélago para buscar a sus antepasados: “Tardaron cuatro años en pagar el billete trabajando y trece en poder comprar un terreno”, dice.

Gracias a la escritura, incluida en el testamento, donde a su vez estaba el acta de matrimonio, pudo averiguar de qué isla llegaron sus tatarabuelos, porque sabía que eran canarios pero no de qué isla, y no le quedaban familiares vivos que lo supieran.

Los emigrantes llegaban en barcos de hacendados americanos que instauraron casi un comercio de esclavos

Delgado obtuvo colaboración del Ayuntamiento de San Bartolomé y del Archivo de Teguise, y gracias a esa colaboración ha logrado reconstruir el pasado de su familia hasta 1690. Así, supo de los seis hermanos de Marcial y encontró primos lejanos de los Perdomo Bonilla de San Bartolomé, una familia que se había dividido porque muchos emigraron a Cuba, “que era una emigración de ida y vuelta, no como la de Uruguay, que se iba y no se volvía”, dice Pablo.

Tanto sus tatarabuelos como las otras cuatro parejas que llegaron con ellos eran agricultores. Los canarios eran valorados por su conocimiento del campo “mientras que los vascos y franceses trabajaban en la ganadería, para el ordeño, y los italianos eran artesanos” cuenta Delgado. Uruguay se formó primero con canarios y europeos y después en el siglo XX llegaron sirios, libaneses o griegos.

Marcial Delgado compró sus tierras, cincuenta hectáreas, en 1854. Era una época de oportunidades “porque la República estaba recién formada”, dice su tataranieto. Marcial y Mercedes, que se radicaron en Montevideo cuando lo normal era ir a Canelones, al interior del país, tuvieron diez hijos que fueron agricultores, troperos (ganaderos a caballo) o cabreros.

Todos los ascendientes de Pablo son extranjeros, pero no todos canarios. Ahora va a seguir investigando en Navarra, Asturias y Galicia, de donde hay antepasados de otras ramas, porque esto “no tiene fin, no termina nunca”, señala.

Lanzaroteños ilustres

Rafael Feo destacó en las Jornadas de Historia de Teguise tres figuras de la emigración lanzaroteña a Uruguay que han quedado casi en el olvido:

FRANCISCO SOCA (1858-1922). Hijo de harianos, nació en Mosquitos, que cambió de nombre para llamarse Soca, en su honor. Su padre, Victorio Socas, fue médico y vivió en Barcelona y París antes de llegar a Uruguay, donde fue Decano de la Facultad de medicina. Soca fue diputado y presidente del Senado, entre otros cargos.

SUSANA SOCA. Hija de Francisco Soca (1906-1959). Fue poeta. Mantuvo correspondencia con Boris Pasternak y ocultó los manuscritos de 'Doctor Zhivago' para su posterior publicación. Murió en un accidente aéreo en Brasil.

JACINTO VERA. Siglo XIX. Fue el primero obispo católico de la Iglesia uruguaya. Hijo de agricultores de Tinajo, nació en el barco que llevó a su familia a América. En mayo del año pasado el Papa Francisco lo declara venerable, en trámite de ser beato.

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