EDICIÓN IMPRESA

“La liga del rock en Canarias se juega en pequeños escenarios y lejos de las producciones de antaño”

Foto: Ángel Medina.
Myriam Ybot 2 COMENTARIOS 12/09/2014 - 10:17

Diego F. Hernández Sosa (Las Palmas de Gran Canaria, 1965), es periodista y redactor de Cultura del periódico La Provincia/Diario de Las Palmas desde 1990, donde además ha ejercido de crítico y coordinador de contenidos musicales en suplementos como Diario para Evadirse. Con amplia experiencia en radio y múltiples colaboraciones editoriales, se ha significado como dj y productor con residencias en distintas salas de la capital grancanaria.

- Pasó por el Festival de Rock San Ginés 2014 para no perderse el único concierto de la gira veraniega de Los Enemigos en Canarias. ¿Se animan las islas no capitalinas a competir en oferta musical no folclórica?

- El Festival de Rock de San Ginés es un proyecto a cuidar y que enriquece notablemente la oferta musical de las islas. El apoyo institucional al rock para facilitar los conciertos gratuitos es una percha financiera en peligro de extinción desde hace tiempo. Y el que bandas como Los Enemigos hayan celebrado en Arrecife el único concierto previsto este año en Canarias aporta a este evento y a la isla un plus de excelencia musical del que gozaba años atrás con festivales como el desaparecido Costa de Músicas. En cuanto a si las islas no capitalinas compiten con Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, creo que la liga del rock en Canarias se juega en pequeños escenarios y lejos de las producciones de antaño: el coste de traslados, de producción y el escaso retorno de taquilla que producen artistas nacionales e internacionales en Canarias en los últimos tiempos han quebrado una oferta que difícilmente se recuperará. Y lo más grave desde mi punto de vista, que el público, que tanto critica, generalmente apenas se retrata cuando hay que pasar por taquilla. 

- Recordaba alguno de los protagonistas de Héroes del Rock canario, en la presentación del libro de José María de Páiz, las dificultades de hace 20 años para escuchar a las grandes bandas en escenarios canarios. ¿Se ha superado esa barrera, casi psicológica hoy en día?

- El concierto que celebró Bruce Sprinsgteen en Gran Canaria en mayo de 2012 puso del revés el mercado en Canarias. Un punto de inflexión en lo que parecía el despegue, a la vez que prueba de fuego para ver si era factible hacer partícipe al público canario de la presencia de artistas internacionales de primera fila. Desde entonces, con la cancelación de un festival como Rock Coast, con una nómina de músicos a la altura de cualquier festival europeo, nada ha sido igual. Pero mirando atrás, el esfuerzo de promotores y productores, privados y públicos, hizo posible romper esa barrera, y por las islas capitalinas, bien en gira o festivales como el extinto Womad u otros eventos, Costa de Músicas incluido, se logró tener en casa a grandes de todos los géneros. La insularidad pesa ahora más que nunca y a la caída del patrocinio público se une la ausencia de riesgo empresarial.  El público canario también se mueve y tiene hambre de conciertos y macrofestivales, y no duda en coger avión y tener enfrente a quienes jamás pisarán Canarias, por razones obvias. 

- Y a la inversa, ¿nos sirven Pablo Díaz-Reixa, 'El Guincho', Fuel Fandango o Efecto Pasillo, para pensar que las puertas están abiertas para la difusión del rock hecho en las islas?

- La insularidad es un lastre para los artistas que solo se miran el ombligo. Y los grupos que menciona son prueba de que nada es imposible. Los Canarios abrieron una puerta hace más de 40 años que cada grupo o artista ha sabido aprovechar con mayor o menor beneficio. No es que la historia del rock canario sea una historia de perdedores, pero la desesperanza y la impotencia por desaires de compañías discográficas, promotores y demás han enterrado en el olvido a innumerables proyectos a los que el mercado canario les quedaba pequeño. Cierto es que no todos han tenido la proyección internacional de El Guincho o Fuel Fandango. El caso de Efecto Pasillo es aparte, aunque el oficio de la banda grancanaria tiene más que ver con el éxito en el mercado nacional y latino que con el empuje mediático que los catapultó. Y hay más grupos: canarios afincados en Berlín que mueven su música, como Evil Mr Sod; los también tinerfeños This Drama, con varios trabajos para el sello de Carolina del Norte, Deep Elm Records, o Gaf y la Estrella de la Muerte, artistas del sello barcelonés Foehn Records; o los grancanarios The Birkins o Bel Bee Bee. La competencia es feroz pero si la distancia desanima al artista, mal asunto. 

- ¿Ayudan realmente las nuevas tecnologías o la superoferta puede diluir proyectos interesantes sin respaldo económico sólido?

- Las nuevas tecnologías y las herramientas de la sociedad de la información son tremendamente positivas para el mercado musical. La democratización de la tecnología también aumenta la oferta pero hace posible que cualquier banda pueda grabar y editar su música y a golpe de click darle una difusión planetaria con medios domésticos. Es decir, hacer visible lo que antes era imposible o extremadamente costoso. El éxito depende del producto, y en cuanto a  la financiación, a falta de ayudas a la producción discográfica como las que ofrecía el Gobierno canario antes de la crisis, las bandas han buscado salidas como el micromecenazgo, que en el caso canario ha posibilitado decenas de nuevos trabajos discográficos. De todas formas, la industria, el perfil del consumidor, todo ha cambiado. Intentar recuperar la inversión en un disco por las ventas es casi una utopía. Para los grupos, lo que interesa es hacer conciertos y que se vendan discos en cada actuación. 

- Respecto a las descargas de música de Internet, ¿defiende la democratización de la oferta que permiten las redes o critica el potencial daño a la industria?

- Nadie trabaja gratis ni ofrece gratis su trabajo. La industria del disco perdió el paso con la revolución tecnológica y las fórmulas de venta digital no son la panacea para el artista, al menos en las condiciones actuales. Los porcentajes de beneficio son mínimos. La industria es un daño en sí misma. Y el debate sería infinito. Si esa democratización revierte en que una vez que el consumidor descubre el nuevo disco de su artista favorito,  luego se decide a comprarlo, me parece fabuloso. Lo contrario sería celebrar el caos. Yo sigo comprando discos, en vinilo siempre que puedo. Es la paradoja del siglo XXI: la venta de CDs y digital sigue cayendo y los formatos analógicos son los que lideran las ventas en un mercado en que el consumidor se convierte en un Diógenes de lo digital.

- Los festivales y conciertos de cierta magnitud son normalmente resultado del apoyo institucional, de la sensibilidad del político de turno y de la situación de las arcas publicas. ¿Hay alternativas reales a esta dependencia antinatural y debilitante?

- La alternativa pasa por el productor y el patrocinio privado. Pero como decía antes, son tiempos revueltos para la organización de conciertos de magnitud. La falta de apoyos públicos hace imposible pensar en un festival de formato medio con cuatro o cinco bandas de renombre.  Los números respecto a la capacidad de convocatoria en Canarias de artistas que mueven en Península más de 2.000 personas por concierto, no sirven. Y a los hechos de los últimos años me remito. Los conciertos se cuentan por pérdidas para el promotor, cuando en el mejor de los casos logra cubrir gastos. El público es reacio a pagar por un concierto cuando puede ver cinco o seis en un fin de semana por el precio de las copas. Aunque en carrera preelectoral, como entramos en el nuevo curso, cabe esperar algún gesto institucional en los próximos meses. Entre otros, está por ver si la capital grancanaria recupera el festival Womad el próximo noviembre. 

- El fenómeno «Lola» y la multiplicación de grupos de versiones no tiene parangón desde La Década Prodigiosa. ¿Cómo se explica? ¿Hay una generación que no encuentra su sitio o desde los 80 nada ha vuelto a ser lo mismo?

- Uff. Es cruel pero certero mentar a la Década Prodigiosa. Este fenómeno tiene que ver con la educación musical y gustos del público. Y no estoy llamando ignorante a nadie. Pero a una gran mayoría de los espectadores que asisten a conciertos les gusta recrearse con ese cancionero temático de los artistas favoritos que nunca pudo ver, o con éxitos de la banda sonora de su adolescencia. No lo sé. No creo que sea una generación perdida, al contrario. Tal vez, una generación excesivamente cómoda que prefiere no esforzarse en descubrir bandas canarias con argumentos propios.  La proliferación de bandas de versiones pudiera dar a entender una terrible falta de creatividad de quien las practica, pero son músicos profesionales, muchos de ellos con una notable trayectoria profesional, los que han apostado por este modelo. Y luego está el asunto económico, porque si alguien está haciendo caja son los grupos de versiones.

Comentarios

Me gusta la música , todo tipo de música, pero me molesta que en el caso del Ayuntamiento de Arrecife sólo facilite y promocione conciertos de bandas rock. ¿ El motivo ?. Parto de la falta de cultura musical del equipo de gobierno y en especial de la gente de la concejalía d cultura y de festejos ( suponiendo que no haya otro tipo de intereses ). Como bien dice el señor Diego Hernández, el que quiera rock que pague entrada y que elijan recintos cerrados o en zonas no residenciales para evitar molestias a los vecinos ( insufrible durante horas el rock ). En Lanzarote la gente esta acostumbrada al todo gratis ; a los gestores menos rock y más variedad de cultura.
Falta de cultura promocionar Rock ?Pero de donde has salido chaval ???

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